Nuestro mundo está entrando en una época de caos y destrucción. Caos porque olvidamos a drede grandes enseñanzas familiares, grandes aprendizajes históricos, estamos desaprendiendo y al hacerlo damos paso a la desmembración de nuestra existencia en esta tierra contaminando la familia, las relaciones de pareja e incluso las relaciones personales básicas, lo pequeño.
La destrucción no llega con algo visible, no hay una gran alerta como una bomba atómica o una guerra nuclear, la destrucción esta en lo minúsculo, en el micro mal trato aceptado y reincidente hacia quienes nos rodean, en la intolerancia aceptada, en los egos hinchados y desbordados que no hacen otra cosa que parir dictadores en la vida del otro, en la orfandad de Dios por la causa que sea ya que nos hemos convertido en justificadores expertos, en la conciencia relajada, en el reemplazo del amor por sentimientos livianos o placeres que enferman la mente y el alma. ¿De qué forma sobreviviría la raza humana si olvidamos cómo tomarnos de las manos?
Como casi todo lo importante en la vida, la solución, la gran respuesta que no ofrece Google o la fórmula matemática siempre ha estado y estará frente a nuestros ojos y es tan pequeña que parece insignificante:
Volver a saludar al vecino en el ascensor, incluso cuando no nos saluda; volver a sonreír a los demás, incluso sin motivo – si nos duele es porque hace mucho tiempo que lo habíamos olvidado -; dar gracias a quien se las merece y al aire también así parezca estúpido – cuando nos sentimos tontos, todos nos ven de esa forma -; ubicar en el lugar que se merecen en nuestras vidas a los buenos y a los no tanto – probablemente nos daremos cuenta de cuán abandonados tenemos a quienes realmente nos aman -, ver a los ojos a las personas y a los animales para no olvidar nunca su condición de “alguien” y no de algo. Todo esto y lo demás debería estar acompañado del hacer, hacer y hacer con un norte.
En dónde está lo difícil?, en la construcción del hábito. Construir hábitos adecuados hace fuerte una relación de pareja, mejora y mantiene el rendimiento en el trabajo, fortalece la imagen que los demás tienen de nosotros. No podemos entrar a la cancha de tenis sin haber pasado algunas decenas de horas frente al muro con un instructor ya que corremos el riesgo de lastimarnos o de aprenderlo mal.
Que sea un propósito para este 2016, pensemos en llenarnos para poder dar, al final de cuentas, ¿qué podemos perder?
– Carlos Cortés –