Años atrás conocí a una mujer impresionante, una de esas personas con las que en su compañía el tiempo se detiene – hablábamos hasta la madrugada, compartíamos una conexión especial -. Alguna vez, estando en Bogotá, le pregunté por qué no tenía novio o no se había casado y su respuesta fue la siguiente:
Las mujeres como yo, que ganan más que los hombres, que intelectualmente son más capaces que muchos hombres, que tienen un mejor auto que los hombres, que no necesitan ni esperan que les paguen sus cuentas, que tienen un mejor empleo que los hombres e incluso más poder que muchos, una mujer como yo intimida a los hombres, no se acercan.
Tras el velo de la historia siempre se han vislumbrado medianamente claros los roles tanto del hombre como de la mujer en la sociedad. Hoy la mujer puede y ocupa roles que históricamente han sido del hombre. ¿Es esto lo que nos aterra?.