Hasta ayer no recordaba lo desastroso del mall de comidas de Unicentro Bogotá, es un lugar donde la estética y el vértigo ayudan a construir una experiencia de marca muy pobre, escasas imágenes mentales positivas, un espacio completamente incoherente e inconsecuente con los otros pisos del centro comercial. ¿Qué importa si se factura uno o cien pesos cuando las personas no vienen a nuestra casa a disfrutar, a sentir que este es su lugar en el mundo?. ¿Y que importa si tienen diez o cien opciones de comida si la experiencia es la de comer montados en una escalera eléctrica o entre un armario? Las personas hoy, mucho más que ayer, necesitamos sentir que pertenecemos a algo y Unicentro Bogotá no ha entendido que su mall pelea contra cualquier esfuerzo que hagan para lograrlo de ese piso para abajo.