A veces depreciamos el trabajo de los demás, le restamos valor porque entendemos que nos es tan difícil, incluso llegamos a creer que nosotros mismos podríamos hacerlo.
Si a mi me dan un bisturí, podría rajarle la panza a alguien y “creer” que estoy haciendo una cirugía pero eso no me hace médico y, más importante aún, no tengo forma de garantizar un buen resultado.