Querido cliente:
La relación cliente – agencia no es una revolcada de una noche, es un noviazgo con proyección de matrimonio.
La idiotez que vende la inmediatez no puede ser el hilo conductor de una relación seria, eso dejémoslo al noviazgo teenager donde todo se mueve por instinto, donde lo mucho y lo poco es vaporoso, donde el puchero o el señalamiento son la moneda de pago; eso dejémoslo al negocio del fútbol donde la gritería ensordecedora desde la tribuna, el murmullo por los andenes de la vida y las opiniones de pseudo expertos de medios ponen o quitan técnicos de una semana a otra, donde muchos se autorecetan Valium para la gripe.
La nuestra es una relación basada en un plan donde la fe está soportada con experiencia, donde las verdades se justifican desde el proceso y el resultado, no desde el like y el número de posts en Facebook. La nuestra debe ser una relación como las de antes, donde cada uno se preocupa y ocupa porque el otro tenga lo necesario para lograr lo que busca, donde la comunicación simple y abierta prima sobre el “yo dije, me dijeron”, sobre la mano invisible.
Es por esto que la mano sucia no se mete en la sopa propia y mucho menos en la de otros, nadie quiere una sopa con sabor a dedo, por lo que este noviazgo – matrimonio debe tener roles claros, el cliente en su lugar y la agencia en el propio encontrando los puntos de convergencia que permiten hacer de una relación temporal algo casi permanente.
Quiérame querer y deme el tiempo para trabajar que yo lo quiero querer y le voy a dar lo que usted crea que necesite, pero sobre todo, le voy a dar lo que yo estoy seguro que usted necesita.
Carlos Cortés
Una relación que no se basa en la magia
