Yo no escribo versos para enamorar ni compongo absolutamente nada, simplemente, como los perros, me centrifugo!
La promesa de lo simple, de abrir sus puertas con poco esfuerzo se ofrece tras aquella gran sonrisa, tan amplia y venenosa como las legendarias hipnóticas caderas.
La oportunista finge ser para tener, toma caminos sin voltear atrás, solo importa la misión, no los otros, solo ella.
Respira confianza pero sus promesas son aire, sus caricias frías como la niebla, abrazos livianos como el viento y en sus ojos no hay mirada porque está hermosamente vacía al igual que un cadáver maquillado y perfumado para verse bien bajo sábanas de seda.
Un beso, solo un beso basta para infectar y gangrenar lentamente el alma de un hombre, solo se necesita un beso para podrir la voluntad, minar la autoestima y hacer polvo los sueños mas arraigados.
La oportunista, tu, mi oportunista, quiero morir desalmado entre tus piernas una vez mas.
– Carlos Cortés –
