Desperté en la mañana con amores, con el deseo de escribirle a Ángela, con ganas de hacerle una carta tan dulce que los dedos se me pegaran al papel.
En la noche se la entregué y mientras lo hacía cerré los ojos y la vi enredada, completamente enredada, casi estrangulada con el lacito dorado que nos unía.
– Carlos Cortés –