En mis conferencias con cierta frecuencia le digo a la gente ¿cuando han visto en un semáforo, en la calle, a un mendigo en lugar de dinero pedir trabajo? Nunca, o por lo menos yo no lo he visto, no me ha tocado.
De la misma forma, los mendigos de likes no investigan para diseñar una estrategia, ejecutarla, medirla, no hacen storytelling, no hay creatividad en su proceder, no operan a partir de flujos comunicacionales y tampoco tienen construidos ecosistemas de medios, simplemente hacen la más fácil, ponen cara de pobreza, argumentan desde lo emocional y estiran la mano.
El mendigo de likes no es un ciudadano digital, no entiende que los timelines de las personas en las redes sociales son como el cuarto de una quinceañera, esto es, un lugar en el cual hay que pedir permiso para poder entrar. Los perfiles de las personas en social media ya no son una extensión de su vida analógica en Internet sino que son su vida en Internet, son la segunda habitación del mundo analógico/digital en el cual estamos viviendo todos y por eso hay que andarse con cuidado pero el mendigo de likes trae los zapatos sucios y mancha el tapete, pasa por encima de todas las porcelanas, se sienta con las nalgas sucias en el sofá blanco y pide que lo atiendan.
Desde los distintos puntos de contacto, sus perfiles en social media, el ciudadano digital hoy tiene más control que nunca sobre lo que entra y lo que no, o por lo menos, posee las herramientas para usar el poder que tiene. El ciudadano digital, puede, en tan sólo un par de pasos, cortar el vínculo con aquellas personas molestas, algo que el mendigo digital desconoce o poco le importa porque ¿qué es una persona si tengo miles de esas en mis redes sociales?
Un mendigo en la calle que pida trabajo en lugar de monedas es un dodo, o está extinto o quedan tan pocos que no se encuentran fácilmente. El mendigo de likes que entienda esto que estoy diciendo, permítanme decirlo, o no existe o ya debería estar en rehabilitación.
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