Las personas con el tiempo desarrollamos mecanismos de defensa frente a aquello que consideramos necesario en los escenarios en los que invertimos mucho tiempo de nuestro día.
Para ejemplificar, recuerdo el Internet de los 90´s y principio de la década del 2.000 donde los sitios web más populares empezaron a trasladar la lógica de intromisión de los periódicos con anuncios publicitarios en la franja derecha de la pantalla, luego arriba, abajo, hasta que llegó el momento en que los anuncios estaban incluso en medio de los contenidos.
Como esa época la viví siendo navegante activo recuerdo cómo me fui adaptando día tras día – porque no se podía hacer otra cosa – a que normalmente en tal o cual lugar, luego de hacer click a un enlace para acceder a un web site, saldría un anuncio. Luego de mucho tiempo, me acostumbré a que no debía distraerme viendo las franjas laterales de los sitios web donde estaban los gifs animados de los anuncios sino que tenía que concentrarme en el centro de la pantalla que era donde estaba aquello que me interesaba, y empezó la guerra por la atención y por la no distracción.
The New York Times. 20 de Diciembre de 1.996
Los productores de contenido veían posibilidades para generar valor y monetizar la operación a partir de los anuncios y los lectores con muchas horas de vuelo poco a poco desarrollaban mecanismos de bloqueo mental para todo aquello que no era de interés, que era distracción.
Hoy, las personas que hemos desarrollado ese mecanismo de “protección” lo usamos en todo, cuando leemos una revista, un diario, visitamos un blog, a través de los lectores de noticias, en casi cualquier ocasión que encienda en nuestros cerebros el bombillo rojo de “alerta, nos están tratando de vender algo, nos están tratando de distraer”.
Hojeando la Revista de La 14 encuentro esa misma lógica y es lo que me motiva a escribir este corto texto. Tras pasar una, otra y otra página de la publicación no podía enfocarme en ningún contenido y me preguntaba ¿por qué?. Analizándolo detenidamente entendí que es una revista armada a partir de anuncios publicitarios y mi mente está entrenada desde hace muchos años para obviarlos por considerarlos distractores que no generan valor en el momento de consumir información.
Las personas que trabajamos en la industria publicitaria somos observadores de nuestro trabajo y del trabajo de otros por lo que, normalmente, somos sensibles a los anuncios publicitarios y a las acciones de comunicación y mercadeo, lo que hace que resulte a lo menos extraño que diga no los estaba viendo. Este mecanismo lo entiendo como un interruptor que enciendo cuando estoy en modo trabajo y que apago cuando estoy en modo estudio, lectura, u otro.
No pretendo hacer un profundo análisis del por qué de tal o cual circunstancia sino, simplemente presentar un punto de vista sobre un hecho puntual y es evidente que al igual que hay bloqueadores de anuncios o las personas estamos en cierto momento en modo bloqueo de anuncios, también hay cazadores de anuncios o las personas estamos en cierto momento receptivas a los anuncios, por lo que este tipo de publicaciones funcionan dependiendo quien esté enfrente y el “modo” en el que se encuentre.
Lo que definitivamente no podemos desconocer es que cada persona entrena su mente para aquello que requiere, hay quien se sumerge en un timeline de Facebook, por ejemplo, y obtiene valiosas perlas y está quien se sumerge, naufraga al punto de casi ahogarse.